Como sí estuviera en casa

Bajé del avión y ese calor infernal que caracteriza las tierras caribeñas me dio la bienvenida. En el taxi ya más calmada con ansias de llegar pensaba en lo muy parecido que es Lima con Santo Domingo, sólo que en santo domingo no sabía adónde llegaría. Me atreví hacer comparaciones mentalmente, con tan sólo tener diez minutos en el país.
Entendía la mitad o casi nada de lo que me decía el conductor, me límite a sonreírle por el retrovisor. Dos horas después, que fue lo que duró mi pequeño tour del aeropuerto a mis nuevos aposentos, bajé del taxi con mis nalgas destrozadas.

Me recibe gente de clase muy sencilla pero muy amable, un olor extraño (esa especie de bofe, o mondongo sancochado) se apodero de mi llegada como para hacerme sentir en casa. Miro extrañamente el lugar, es un patio, donde hay muchas casitas y desde luego muchas familias.

Me dice: siga derecho y suba las escaleras la última puerta es su casa.
Hago lo que se me dice, subo por esas viejas y desgastadas escaleras, y sigo mirando el lugar.

Ya tengo mucho más tiempo del que pensé quedarme y sigo viviendo en el mismo patio, y así como hoy, salgo todas las tardes a observar mi patio y sus peculiaridades. En la entrada vive el dueño de todo el patio, según los rumores, que no me interesan pero siempre tengo tiempo para escucharlos, dicen que el tío se folla a una joven todos los días y le da sus pequeñas propinas por sus placeres, mientras me lo cuentan voy pensando: Que suerte tiene el tío, de que todos los días tenga alguien que lo folle aunque sea por su bolsillo. Luego está Betty, que de niña no tiene nada sólo la edad, siempre con su ropa ajustada, bien a la moda según ella, de Betty mis chismosos nunca cuentan nada, pues no hace falta, todos la hemos visto entrar a la casa de Martín, quien sólo vive con sus dos hijos, pues la esposa se fue al exterior a buscar “futuro”, y mientras tanto para no sentirse muy deprimido, Betty le da cariñitos a escondidas, creyendo que nadie los ve, pero no tiene nada de malo que se den cariñitos digo yo, para eso están los vecinos para hacerte sentir mejor… y si les gusta su jueguito infantil de escondidas pues que sigan.
Martha mi “vecina” la morena más gritona de todo santo domingo, tiene tres hijos, dos mujeres y un varón, vive con su marido al que yo le llamo el “marido prestado”, es que dicen las malas lenguas que Martha le quito el marido a rosa que por cierto la conozco a pesar de que no vive en nuestro patio. Las dos muchachas que son de diferentes padres, pero muy parecidas y no hablo de su apariencia, si no por lo que me cuentan, una de ellas Mirla que es religiosa o algo similar siempre está enojada, renegando de todo, como quien no quiere la vida ¿ y quién la quiere?. Me dicen que antes de volverse religiosa era la “amiga de todos” todos la tocan, todos la follan, todos hacen todo, y que un día se levantó y dijo: DIOS ME HA HABLADO. Dicen los chismosos y que quede claro que no lo digo yo, que en qué maldita hora vino DIOS HABLARLE, pero no se quejen muchachos aún les queda kattia la hermana de Mirla que está bien proporcionada hay que darle mérito a los movimientos que hace su cuerpo todos los días, con su amigo Carlos, su novio Andrés y su hermanastro José, pero si ella tiene el cuerpo que tiene gracias a ellos, ¿Quiénes somos nosotros para juzgarte, mi estimada Kattia?

Y yo los miro, tanto o más como ellos me miran, y siento lastima, por eso sólo me atrevo a saludarlos, pero es entonces cuando pienso que sus miradas traen algo escondido y supongo que son sus pensamientos, y que adivinan lo que pienso sobre ellos y dicen: siento más lastima de tí de que quieras hacer lo que yo hago y no te atreves.