Amanece. No pinta ser un día
bueno, me siento exhausta, fatigada, la lluvia no me ha dejado dormir. Pienso desorientada que todo es una farsa, que
Candela ya no está. Y esta maldita ternura de quererla tanto, no
me ha dejado dormir. Y eso, yo creo, que es triste. Me ha dejado, se ha
marchado y no sé cuándo volverá.
En mi memoria, queda dispersa una
noche inútil, llena de recuerdos, de
caricias tiernas. Me duele el cuerpo de pensar tanto en ella. Ha muerto la
locura y ahora vive en mí, un trozo de desesperanza. Quiero dejar de agitarme,
de responderme la misma pregunta, pero la noche es larga y me siento furiosa,
indignada conmigo misma.