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jueves, 25 de julio de 2013

La felicidad convertida en una ardilla

El resto de los días procuro no acordarme de mi.

Pero es cierto, cuando perdí las ganas de todo, era miércoles. Como ya todo era inútil, no había otra cosa que aceptar la realidad o el deseo, de lo que apenas era la realidad.

¡Maldita sea! ¡Ha ocurrido! Me imaginaba que esto sucedería.
La ardilla azul ha regresado.

¡Es imposible! Pero después de tanto tiempo, ella me ha buscado a mi.

En ese momento quería correr, escaparme. Pero me contuve y sólo atine a mirarla por un tiempo largo y silencioso.

Empezó a disculparse por su ausencia estos años, dijo también que no esperaba que lo hiciera. Que ha decir verdad tampoco exigiría que la aceptará otra vez en casa.

Es cierto, siempre estuve esperando por ella, su cuerpo peludo, su color azul estridente, su mirada inquietante. Pero ahora era diferente, ya no la veía al doblar de cada esquina o esconderse en los rincones de la casa. Ya Azul, no estaba en los planes.

¡Me jode que ahora regrese!, eso es todo.

Demasiado tarde, su ausencia me ha herido; en algo o en todo, ya no es lo mismo.

Al final, Azul se fue. Me quedé mirándola, muy sugerentemente, esperando que diera vuelta.

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